Las empresas proveedoras anticipan un año complejo en cuanto al abastecimiento.
Que el sector agropecuario es uno de los motores de la economía no es una novedad. Más allá de los aportes que año tras año realiza el campo a las arcas del estado, existe un número tan potente como la impronta de quienes deciden arriesgar cada campaña miles de millones de dólares enterrando semillas e insumos bajo la tierra.

Dejando de lado la actual campaña que ya ingresó en su tramo final, castigada de forma letal por la sequía, es importante mencionar que la inversión productiva para una campaña promedio, como la 2021/2022 se estima en u$s13.500 millones sólo para la implantación de los cultivos, donde el maíz y la soja ocupan los lugares más preponderantes.
En número es fastuoso si tomamos todas las actividades productivas y las inversiones indirectas, pero es importante destacar que una porción muy importante de este negocio se mueve en los canales comerciales, donde las empresas distribuidoras de insumos tienen una participación clave para la concreción de las operaciones.
En el mercado de los insumos, no sólo es importante lo que ocurre en materia agronómica o climática, sino que también debemos tener en cuenta la realidad de la economía local. Estos aspectos, que hoy son parte del entramado productivo, son fundamentales para el desarrollo de la actividad y por lo tanto se debatirán junto a otros tantos vinculados a la coyuntura el próximo 9 de mayo en el Complejo Golden Center de la Ciudad de Buenos Aires durante el Primer Congreso de Distribuidores del Agro (CDA). El ámbito que se generó para debatir entre los proveedores del campo -integrado por unas 1.800 pymes- podría dar algunas certezas en lo que ya es la post sequía.
Mientras las empresas y los distribuidores se preguntan si habrá o no recursos para la importación de insumos, los productores imaginan un escenario complejo en cuanto a la disponibilidad de semillas, fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, etc.

El Ing. Agr. Luis Mogni, socio de la Consultora Somera, aseguró que para la próxima campaña “tenemos stocks en los canales y además los productores adelantaron compras porque se deshicieron de los pesos y se pasaron a insumos, pensando que podría haber faltantes. Existe una sensación de que podremos tener fertilizantes nitrogenados para cumplir con la campaña fina pero podría faltar un fosfato monoamónico. Y ahí la pregunta es si llegado el caso se podrán liberar o no las importaciones”.

Fertilizantes
Según Mogni, un cambio reciente en una resolución de AFIP provocó un aumento de costos en las empresas de fertilizantes y eso también ocurrió con los agroquímicos. “Estamos viviendo un momento de incertidumbre en cuanto a precios y disponibilidad. No tenemos todos los productos que queremos y pueden faltar algunos. Pero después de la fina vamos a tener que pensar que pasara en la gruesa. El tramo es muy largo y hay que ver qué recaudaciones va a dejar la tercera edición del dólar soja. Pero si no empezamos a apurar el ritmo de aprobación de las SIRA, el mercado va a estar ajustado y tendremos que ver qué productos habrá”.

La campaña 2023/24 se muestra estrecha en todo sentido y ante un escenario de escasez de divisas, es probable que el propio sector deba contribuir con precisión quirúrgica para que cada dólar asignado tenga sentido en términos productivos. Esto quiere decir que si hay semillas pero no fertilizantes estamos en problemas. O si hay fertilizantes pero no herbicidas, se complica el ciclo del cultivo.

En este sentido, Mogni explicó que “tenemos que pensar cuál es el volumen real de semillas de maíz o de soja que vamos a tener. La definición de si van a faltar insumos depende de cuánto vamos a sembrar, porque el área va a ser escasa en algunos rubros. La conjunción de agua, semillas, fertilizantes e insumos nos va a poner a la defensiva”.

Quizá la complejidad de la situación actual impulse al sector a pensar de manera colectiva en un nivel nunca visto, porque si faltan dólares, también faltarán insumos para la cosecha.