“Decidí venir a trabajar a Australia para aprender y llevar nuevos conocimientos agronómicos a mi país, pero resulta que mi estadía me está haciendo valorar que en Argentina hacemos las cosas muy bien y confirmo que tenemos una de las mejores agriculturas del mundo. Y que en esto, ellos tienen mucho más para aprender de nosotros, que nosotros de ellos”, asegura con firmeza Tomás Falco, de 29 años, quien partió de su ciudad natal, Río Cuarto, Córdoba, recibido allí de agrónomo en 2019.

Se halla trabajando en un campo cercano a la ciudad de Swan Hill, al sureste del país de los canguros y a tres horas de auto, de Melbourne. Hablamos con él vía telefónica, cuando allá había 14 horas más de diferencia horaria:

-Cualquier joven te preguntaría si es muy costoso irse a trabajar a Australia y bajo qué condiciones.

-Para venir tenés que pagar la visa que cuesta 500 dólares, más el pasaje -sólo de ida- que te cuesta unos 1000 dólares. Llegué a Sidney en septiembre de 2022 y mi primer trabajo fue allí mismo, de mozo. Duré un día, pero no podía creer que me había ganado 150 dólares estadounidenses. Ese y otros, son trabajos que en Australia te permiten vivir holgadamente y llevar una buena vida. Y eso que no tienen la cultura de dar propina.

-¿Y podés ir sin saber hablar bien el inglés? ¿Los australianos te brindan su amistad?

-Acá está lleno de argentinos. Australia es muy cosmopolita, aunque al fin nos hacemos amigos entre latinoamericanos. En Sydney estuve dos meses y no necesité hablar inglés, porque me relacionaba con argentinos. Para mí fue muy loco que, con lo que apenas ahorré en esos dos meses, ya pude viajar a ver el mundial en Qatar, y después irme a México por 15 días, a Playa del Carmen. En Argentina, hoy eso es imposible. Y no me afectó para nada en mi economía. Me pude ir de vacaciones porque mi trabajo es con contrato por temporadas.



-Pero se supone que no todo es tan fácil ni tan barato allá.

-Generalmente no hacemos amistad con los australianos, si bien charlamos. Ellos no saben bien dónde queda Argentina. Se paga mucho en impuestos, pero el Estado te lo devuelve en bienestar. Alquilar vivienda es caro, una habitación en una casa compartida te cuesta entre 100 a 300 dólares australianos –que nosotros acá llamamos “dolis”- por semana. En ciudad podés ganar entre 1000 y 2000 “dolis”, y el alquiler te cuesta más, entre 200 y 400. En el campo podemos ganar entre 1500 a 2000 “dolis”, pero sin costos, porque nos dan casa y comida.

-Hablanos de cuando volviste de tus primeras vacaciones.

-Luego me fui tierra adentro para cumplir mi objetivo de viaje, que era ver qué oportunidades agronómicas podía hallar, para aprender y acumular experiencias. Trabajé en diferentes tipos de campos y zonas, lo que me nutrió de mucho conocimiento y diferentes formas de producir. Pero en junio de mi primer año me volví a Río Cuarto porque mi ideal era invertir para volver a mi país. Durante dos meses aposté con unos amigos a sembrar 200 hectáreas en un campo alquilado. Esa campaña sacamos apenas 6000 kilos de maíz y salimos hechos, a causa de la sequía, mientras que en Australia no paraba de llover. Pero en 2023 sembramos soja. Por ser nuestro comienzo, aprendimos mucho y felizmente hemos podido seguir en carrera. A fines de julio regresé a Australia.

-Contanos sobre qué diferencias notaste. ¿Qué aprendiste?

-Trabajé en campos de algodón, similares a los de Santiago del Estero, donde manejaban 5000 hectáreas bajo riego por surco, con sifones. Al principio me llamó la atención que regaran por surco, siendo un sistema de riego no tan eficiente en comparación con los de aspersión o por goteo. Pero después pude entender que el impacto en el rendimiento era cuantiosamente positivo, por más ineficiente que fuera y a pesar de la gran demanda de mano de obra que necesitaban para ponerlo en práctica. Y que si bien nos podría parecer un sistema obsoleto, en realidad a ellos les resulta una interesante e increíble alternativa.

-¿Y después?

-Luego me tocó conocer el Oeste australiano, que es una zona más marginal, con suelos arenosos y con menos precipitaciones. Lo compararía con San Luis, pero 100 veces más grande, donde me toco estar arriba del tractor y con un equipo de 30 viajeros o “backpackers” (mochileros), como nos llaman acá. Sembramos 80.000 hectáreas con trigo, cebada y colza para una empresa nueva, de capitales árabes, que compró 200.000 hectáreas. Las sembradoras estuvieron trabajando todos los días casi sin parar por dos meses. Hacíamos turnos de 12 horas, de día o de noche y se hicieron largos y cansadores. Pero eso sí, eran máquinas increíbles, como el John Deere 9R 540, que me tocó manejar a mí. También trabaje para una empresa de mejoramiento genético, que producía semillas de canola, sorgo y maíz.



-¿Y ahora dónde estás trabajando?

-Llevo dos meses en una producción de 1500 hectáreas de tomates bajo riego por goteo, en el estado de Victoria a 15 kilómetros de la ciudad de Swan Hill. De todas estas experiencias lo que pude concluir es que tenemos una de las mejores agriculturas del mundo. Somos muy buenos produciendo. Hasta me animo a decir que tenemos mucho más conocimiento técnico para aportarle nosotros a ellos que viceversa. Por ejemplo, nosotros estamos llegando a manejar la producción por metro cuadrado, con tecnológicas como la agricultura de precisión, con manejos de densidad variable de semillas y fertilizantes, haciendo cada vez más análisis de suelos para ser lo más eficientes posible.

-¿Y ellos cómo producen?

-Ellos te manejan 100 hectáreas de la misma forma que 40.000, todo con la misma dosis, los mismos productos y no se enfocan tanto en más detalles. Pero sí tienen un gran manejo y desarrollo de la principal limitante que más impacto tiene en el rendimiento, que es el riego. Esto es algo en lo que nos debemos enfocar cada vez más en Argentina. Si bien no tenemos las mismas facilidades de inversión que acá, es lo que les permite a ellos manejar la producción de una manera mucho menos técnica y menos detallista. Aunque hay cuestiones innegociables para mí, que no podía entender, como la poca difusión de siembra directa, o que quemaran el rastrojo porque les es un problema para la siembra siguiente. Para mí, son cosas totalmente inaceptables.

-¿Y ahora qué proyectos tenés?

-Yo vine con la visa “working holiday” que te permite quedarte hasta 3 años, pero si quisiera quedarme más tiempo, tengo alternativas, ya sea como profesional, o a través de alguna empresa que me extendería mi visa. Australia es un país moderno, dotado de recursos que necesitan de mucha gente para ser explotados. Te abren las puertas para venir, y si te querés quedar, tenés miles de alternativas para obtener la residencia.

-¿Y entonces qué pensás hacer?

-Hoy por hoy estoy en la recta final de mi experiencia pronto a volverme a Argentina, porque amo mi país y creo que allá tenemos muchísimas oportunidades para crecer, desarrollarnos y ser felices. La experiencia de haber venido me hizo valorar muchas cosas que tenemos y a veces no nos damos cuenta. Acá te podés comprar un auto con el trabajo de dos semanas y podés ahorrar cuatro veces más que en Argentina, es un país seguro: desde que llegué, jamás cerré la puerta de mi casa con llave. Pero Argentina es mi hogar, mi cultura y de donde formo parte. Quiero volver para trabajar como agrónomo y volcar todo lo mucho que aprendí acá, porque después de haber tenido la hermosa oportunidad de vivir estos tres años, no soy el mismo, vuelvo con grandes experiencias para compartir.



Tomás Falco eligió dedicarnos la chacarera “Entre a mi pago sin golpear”, letra de Pablo Raúl Trullenque y música de Carlos Carabajal, interpretada por Alfredo Ábalos.

La entrada Tomás Falco se recibió de agrónomo en Río Cuarto y decidió viajar a Australia. “Me fuí para traer nuevos conocimientos, pero descubrí que ellos tienen mucho para aprender de nosotros” se publicó primero en Bichos de Campo.

Read More