Restricciones climáticas pero también jurídicas y económicas hicieron que el volumen cayera de 140 a 85 millones de toneladas.

 

Argentina cuenta con los recursos naturales y humanos como para poder incrementar en forma significativa la producción agropecuaria en el mediano plazo.

 

Hace pocos días, bajo el lema de “Argentina, ¿potencia o decadencia?” se realizó el 32vo Seminario de la Fundación Producir Conservando.

 

En este ámbito se trataron los temas vinculados a la sustentabilidad ambiental y el balance de carbono por el reconocido Dr. Viglizzo, el comercio mundial de carnes por un experto como el Lic. Bameule para cerrar en las exposiciones con un tema que nos desvela y que intenté al menos abordarlo ¿Podemos volver a crecer en agricultura? el complejo granario, Argentina y el mundo 2030.

 

En ese marco no podía evitar comentar de dónde veníamos. un quinquenio caracterizado por el ciclo 2018/19 récord con más de 140 mill/ton, un estancamiento y una estrepitosa caída producto de una de las sequías más severas que se registraron.

 

Los números son concluyentes: una producción que difícilmente alcance las 85 millones de toneladas, con muy magros números para maíz y soja, que se transforma en la menor cosecha de los últimos quince años.

 

La segunda menor exportación del siglo, solo 56 mill/ton considerando el complejo granario en su totalidad (materia prima, aceites, harinas etc.) que aportaran solo 25 mil millones de dólares, vs. los 42 mil del ciclo anterior.

 

Que podría ser mucho peor de no tener precios relativamente altos que hace que los ingresos finales no sean menores y la recaudación fiscal por los derechos de exportación se ubique por encima de los 5 mil millones de dólares.

 

Donde a pesar de tremendo desastre, como resultado final de estos cuatro años el gobierno recibió divisas por casi 140 mil millones de dólares (un tercio de un pbi) y recaudó más de 30 mil millones de dólares el 25% del total de las dos décadas en cuanto a los derechos de exportación. recursos que nunca volvieron al sector.

 

Lo lamentable es que a pesar de semejante aporte hoy vivimos uno de los más críticos momentos económicos, con una terrible escasez de divisas que lleva a apelar a ridículos instrumentos para incentivar la venta de los productores que, en un marco de desquicio generalizado, con inflación descontrolada y un dólar por las nubes, ven que solo su resguardo de valor se centra en una bolsa con mercadería.

 

Pero la pregunta seguía dando vuelta…. potencia o decadencia… ¿Seguimos teniendo la posibilidad de crecer en el futuro?

 

Y la respuesta es claro que sí, volver a los niveles anteriores e incluso alcanzar metas hacia fines de la década mucho más optimistas con niveles en torno a los 170 millones de toneladas.

 

Las proyecciones de la fundación dan cuenta de ello y son en cierta forma coincidentes con la de organismos internacionales de la talla del departamento de agricultura de los Estados Unidos.

 

Pero ello será posible en tanto y en cuanto se superen ciertas restricciones jurídicas, lo cual implica un marco legal estable, con reglas de juego claras.

 

Restricciones macroeconómicas con estabilidad cambiaria y la eliminación paulatina de los derechos de exportación e impuestos distorsivos.

 

Una nula interferencia del estado (distorsiones en los precios, cupos, restricciones al comercio, eliminación de “volúmenes de equilibrio”, etc.).

 

Restricciones productivas. Recuperando áreas de siembra directa en distintas zonas. mejorando la reposición de nutrientes. y logrando el reconocimiento de la propiedad intelectual en semillas.

 

Restricciones estructurales. Capacidad de almacenamiento. transporte. capacidad de industrialización y procesamiento. logística de embarque.

 

Como final del encuentro se realizó una mesa debate donde la coincidencia fue unánime.

 

Argentina cuenta con los recursos naturales y humanos como para poder incrementar en forma significativa la producción agropecuaria en el mediano plazo.

 

Ello permitiría aumentar los saldos exportables de materia prima y derivados de su industrialización a un ritmo similar (además de utilizar con mayor eficiencia la capacidad instalada), debido a que los consumos internos directos están en función al bajo crecimiento poblacional de nuestro país.

 

Esto se plasmará en ingresos comerciales del sector que podrían perfectamente duplicarse hacia fines de la década, con la posibilidad además, ante una mayor disponibilidad de productos primarios, pensar en el agregado de valor en todas las cadenas alimentarias (carnes, lácteos, biocombustibles etc.), lo cual podría aumentar aún más el valor de las exportaciones.

 

Pero para ello es necesario disponer de una política agroindustrial coherente, consensuada con todos los sectores, una verdadera política de estado que se mantenga en el tiempo independiente de los cambios en las administraciones, similar a la de aquellos como brasil se yerguen como líderes en la producción y comercio agroalimentario.