El veterinario Gerardo Rodríguez recorrió el país para trabajar con caballos durante más de dos décadas, tanto en la atención clínica como en su cría y reproducción. Sin embargo nunca pensó que podría toparse con una raza que prácticamente estaba fuera de los libros, y más aún hacerlo en sus propios pagos.
“Entre 2009 y 2010 volví a Manquinchao, en la provincia de Río de donde soy oriundo, para trabajar georeferenciando los animales que había en la Meseta de Somuncurá, a 150 kilómetros de donde vivo. Se trata de una meseta de unos 500 kilómetros de largo por unos 200, y es una zona mi inhóspita. Ahí fue que me encontré con un caballo extraño que parecía sudado. Cuando un caballo suda parece que tiene rulos. Empecé a preguntar y me dijeron que se trataba de un caballo del cual antes había muchos, pero que luego fue desapareciendo”,
El caballo en cuestión se trataba de un Bashkir Curly, conocido en esta porción del continente también como un Criollo Crespo. Esta raza, que se remonta a la época colonial, se creía extinta en el territorio para sorpresa del veterinario.
“Hubo cuestiones climáticas que hicieron que el caballo vaya desapareciendo, entre ellas muchas sequías. En esta meseta, que está a más de 1200 metros de altura sobre el nivel del mar, en verano hace mucho calor y en invierno el frío toca los 20 grados bajo cero. Además hay muy poco pasto”, señaló el rionegrino.
El fascinante hallazgo motivo a Rodríguez y a su esposa, Andrea Sede, a adquirir la mayor cantidad posible de caballos de esta raza, y a formar un rodeo de estos animales rizados de la mano de su empresa Yeguada Rodríguez.
“En esta zona hay pocos alambres, poca gente y muy pocos productores. Los caballos o son de alguien o no son de nadie. Decidimos comprar todos los que encontráramos y para eso recorrí toda la meseta en moto”, contó el veterinario.
Pero reunir a estos animales no era suficiente para saciar su curiosidad, por lo que el matrimonio comenzó a investigar más de la raza y dio con la Asociación Internacional de Bashkir Curly, ubicada en Estados Unidos.
Ante su contacto, genetistas y biólogos de ese país se interesaron en el caso y viajaron a la Argentina en 2019 para tomar muestras de ADN. Eso les permitiría finalmente conocer más del origen de estos animales.
-¿Cómo ingresó esta raza en Argentina?
-Había un montón de historias y leyendas sobre estos caballos y esa meseta, que iban hasta la búsqueda del santo grial y los templarios. Nada de eso cerraba pero con los resultados de ADN, para los cuales recibimos ayuda de la Universidad de Texas, supimos que su origen era español y que son únicos en el mundo porque sus gentes son diferentes a los registrados en Estados Unidos.
-¿Cuáles son las hipótesis posibles de ese ingreso?
-Hay varias versiones. Una es que durante la primera fundación de Buenos Aires en 1536, realizada por Don Pedro de Mendoza, se liberaron estos caballos al igual que los criollos y quedaron aislados en esa meseta. Otra historia versión apunta a la expedición realizada por Obispo Trejo, quien ingresó equinos desde el sur. Lo que sabemos es que hace más de 200 años deben haber afrontado una mutación para adaptarse al clima y eso produjo sus rizos.
Una tercera versión que maneja el matrimonio es la posibilidad de que los caballos ingresaran por el norte del país, cruzando por el estrecho de Bering, y que sean originarios de la región de Bashkiria en Rusia.
-¿Qué características tienen estos caballos?
-Son caballos rústicos, muy mansos e hipoalergénicos. Muchos tienen alergia al pelo de caballo y nosotros hicimos estudios que demuestran que ellos no dan alergia. Es buenísimo. Al tacto son hermosos, como caniches gigantes. Se usan mucho en Estados Unidos para equinoterapia porque son casi peluches. Comen de todo y no sufren el frío. De marzo a noviembre tienen rulos largos y luego permanecen con un pelaje más corto parecido al de cualquier otro caballo.
El pelaje de los Bashkir Curly ha sido estudiado y se comprobó que presenta similitudes al pelaje mohair, pudiendo incluso ser hilado.
-¿Cuántos años les tomó armar el rodeo que tienen actualmente?
-Nos llevó 13 años más o menos y hoy tenemos 28 caballos. Fuimos seleccionando porque había muchas cruzas. Hacia el borde de la meseta se cruzaban con otros tipos de caballo, entonces teníamos mezclas con Percherón por ejemplo. Fuimos separando los caballos más puros españoles y dejamos 10 yeguas y unos 4 padrillos para que no haya consanguinidad. Vamos creciendo de a poco.
-¿Registraron ese rodeo?
-Sí, tenemos el único registro oficial de Sudamérica y lo hicimos en esta asociación en Estados Unidos. Aún no avanzamos con los registros en Sociedad Rural Argentina porque nos piden tener cinco generaciones y actualmente estamos en la segunda.
-¿Venden su genética?
-Sí, la idea es que no se pierda la raza. Si se suman más criadores podremos circular más la genética.
-Dado que mencionás que este caballo se encuentra en una zona muy inhóspita de la provincia, ¿tienen algún problema con predadores?
-En la meseta está creciendo mucho el puma y es un gran problema porque se comen a los potrillos y pueden hacer que desaparezcan los caballos salvajes.
-¿Por qué crees que es un caballo poco conocido?
-Estamos medios aislados acá como los caballos. Te doy un dato de color. En la década de 1990 la National Geographic mandó una expedición para buscar esta raza de caballos en Sudamérica y no los encontraron. Resulta que estaban escondidos acá. Yo tampoco los conocía y estoy a 150 kilómetros de la meseta. No es fácil acceder, cada vez hay menos gente. Cuanta más gente sepa de ellos seguro habrá más interesados.
-¿Cuáles son los próximos pasos que tienen en mente?
-Queremos empezar a llevar estos caballos a exposiciones y darnos a conocer. Tenemos un par de caballos seleccionados para enviar a Mendoza. Creo que se empezará pronto a hacer conocido. Nuestra idea es que lo usen chicos en equinoterapia o en clases de equitación, y principalmente que no se pierda esta raza.