De acuerdo con el informe mensual de la Cámara Argentina de Feedlot, la ocupación en el último mes creció 3,4%. La seca sigue jugando sus fichas en el negocio del encierre y apuró el ingreso a los corrales.
En abril, el encierre a corral creció un 3,4%, de acuerdo al relevamiento mensual de la Cámara Argentina de Feedlot (CAF). En los corrales relevados por la entidad se encerraron 716.985 cabezas, que representan un nivel de ocupación del 72,5%.
La falta de lluvias impactaron en el estado de los campos ganaderos, anticiparon los destetes y generaron un mayor flujo de vacunos a los feedlots. La sequía extrema tuvo un efecto negativo en la producción forrajera y dejó pocas opciones a los productores: sin pasto, una de las pocas chances de no descapitalizarse fue encerrar a los animales.
Solo en el primer trimestre del año, el stock de hacienda -según la CAF- era un 16% mayor en relación al mismo período de 2022. Al factor forraje, se le debe añadir el adelanto de la zafra de terneros.
Las estadísticas de la cámara permiten visualizar que el año comenzó con casi un 60% de ocupación y desde entonces la tendencia no se detuvo.
UN ENCIERRE EN ASCENSO
A esta altura del año, el nivel de encierre superó el mejor registro de 2022, cuando en julio se alcanzó una ocupación del 71%. En este contexto, el mayor nivel de ocupación se visualiza en los establecimientos con una capacidad superior a las 10.000 cabezas y un 72% de la hacienda encerrada corresponde a la industria frigorífica.
Al mayor nivel de ocupación en los corrales, se suma una leve mejora en los márgenes rentables del negocio. Con un precio del ternero que no repunta, el margen bruto -la utilidad antes de intereses e impuestos- se ubica en $15.249 por cabeza.
Esta cifra mostró una curva ascendente a partir de febrero, cuando rompió la dinámica negativa que la actividad registraba a finales del año pasado. Sobre diciembre, este margen bruto se encontraba en el fondo de la tabla, con casi $22.000 en rojo por cabeza engordada.
Más allá de estos números, el negocio también sufre -como el resto de la cadena- el freno que representa la caída en el poder adquisitivo del salario, que no permite convalidar ajustes en la cotización de la hacienda. De acuerdo a analistas ganaderos, mientras el consumo subió su valor un 60% interanual, los terneros tuvieron un ajuste por debajo del 30%.