Los productores vieron los beneficios de incorporar reproductores seleccionados en sus rodeos, y eso expresa en los remates y en la zafra.

 

En medio de una campaña agrícola y ganadera signada por una intensa sequía, hay un dato alentador respecto de la evolución estructural de la ganadería argentina y es la mejora en la productividad del rodeo, expresada en una mayor cantidad de terneros. La zafra se adelantó por la necesidad de despejar los campos ante la falta de forraje, pero se estima que este año se destetaron unas 500.000 cabezas más que el año pasado. Y entre las explicaciones hay una sobre la que hay consenso: los productores entendieron la importancia de contar con genética seleccionada y la están incorporando masivamente a sus rodeos.

“En todo el NEA y el norte había muchos campos muy grandes con rodeos criollos o mixtos, y ahora hay una revolución de la genética porque la gente está viendo su utilidad, porque obtienen mayor fertilidad, más kilos por hectárea, en síntesis mayor rentabilidad”, comenta en diálogo con Clarín Rural el cabañero Francisco Matta y Trejo, quien hace dos semanas en Corrientes vendió el 50 por ciento de un toro campeón Brangus por 38,5 millones de pesos.

 

Luego agrega: “La gente adopta más genética y más técnicas reproductivas que aceleran el proceso. Una vez que te metés en el mundo de la genética y ves los resultados no vas para atrás nunca más”.

Con él coincide Alfonso Bustillo, presidente de la Asociación Argentina de Angus, quien asegura que esa entidad tuvo una “explosión” en la demanda de auspicio para remates especiales de invernada y cría. “En lo que va del año hasta el 31 de marzo auspiciamos 17 remates, donde se comercializaron 73.000 animales. En esos animales comerciales hay un derrame muy importante de la genética que ha venido incorporando el productor comercial a sus rodeos. La genética es un insumo de bajo costo y de gran impacto en la producción. Una vez que todas las variables están alineadas, como es la alimentación, la sanidad y el manejo, si no está la genética el techo queda bajo”, explica.

Luego ilustra el modo en que la genética de un reproductor determinado puede mejorar o direccionar los índices de un rodeo. “Si buscás mayor fertilidad, con un toro que tenga esa cualidad comprobada a lo mejor tenés 5 por ciento más de vacas preñadas. Si usás un toro que tiene facilidad de parto garantizada, a lo mejor tenés un 2 por ciento de terneros más nacidos vivos. Y si ese toro a su vez tiene crías con alto peso al destete, contra un toro que no tiene esta característica, sacás en iguales condiciones 20 o 30 kilos más al destete. Son todas variables que te van llevando a optimizar la producción con los mismos costos. O sea, la genética es la misma en cuanto a costos de producción, esté o no esté”, remarca Bustillo.

 

Al decidir una compra, los productores se fijan tanto en el biotipo de los animales como en su información genética, detallada en los llamados DEPs (diferencias esperadas entre progenies), en los que se mide distintas variables de interés económico. Un productor que necesita mejorar sus índices reproductivos se detendrá en los toros y vacas que tengan mejores indicadores de fertilidad y facilidad de parto, mientras que uno cuyo foco es mejorar el peso final de sus novillos se fijará en la eficiencia de conversión, el área de ojo de bife o el nivel de grasa intramuscular de los reproductores.

De esa manera, la selección genética de muchos años realizada por las cabañas de cada raza, y el trabajo de información genética que realizan las asociaciones para respaldar esa búsqueda, se expresan en los remates y en los destetes y son una buena noticia productiva en un año lleno de pálidas.